La Ciudad que nos deja desaparecer

Erika Mendoza Bergmans

Animales heridos en la Ciudad, por La Capitalina.

La Capitalina

Por: Erika Mendoza Bergmans

Nuestras preocupaciones, tristezas, miedos y aspiraciones son las mismas, nos unen de una manera sutil y casi imperceptible. Una identificación que solo puedo ver si me detengo a pensar que cada persona que cruzo en la calle, en el fondo, sufre o goza lo mismo que yo.

Y aún así somos una sociedad de individuales solitarios. ¿Por qué? No lo sé. Parece que nos unimos cuando hay una evidente necesidad utilitaria material, como sucede en los sismos. Pero cuando la necesidad no es evidente, utilitaria o material, nos alejamos. Y así, bailamos entre el individualismo y la solidaridad. Entre la soledad y la conexión.

Quizás somos eso, una sociedad de individuales solitarios, que a veces buscamos conectar. Pero otras, queremos estar aún más solos, desaparecer, alejarnos más, deseo que se potencializa cuando la tristeza o nuestros miedos se asoman a la última capa de la piel. ¿Contraproducente o contraintuitivo? Puede ser, pero así somos, ridículos y paradójicos.

Pero tenemos una ventaja, vivimos en una Ciudad que nos da permiso de desaparecer. 

¿A dónde vamos cuando estamos tristes, cuando nuestros miedos se asoman? ¿A dónde vamos cuando queremos desaparecer?

Casi todas las esquinas de la Ciudad nos dejan desaparecer, nos mimetizamos con su movimiento y caos, nos da permiso incluso de ser quién queramos ser ese día, como si la Ciudad jugara con nosotros, dejándonos ser camaleones viviendo en su interior.

Pero hay un lugar con una magia especial. No es coincidencia que hemos rodeado a los bosques con supersticiones y creencias, con mitos que caminan en la línea que separa la realidad y la imaginación. El Bosque de Chapultepec fue un sitio sagrado para los mexicas, y lo sigue siendo para los capitalinos. Un sitio sagrado hasta para los agnósticos. 

En toda percepción hay algo alucinatorio y el Bosque de Chapultepec es un gran lugar para desaparecer un rato en otra realidad.

El Bosque me ha regalado las visiones más lindas de la Ciudad en las últimas semanas. Desde un señor de la tercera edad intentando aprender a andar en bicicleta, que me recordó cómo quiero vivir mi vida. Una señora cargando a su bebé como pesa para hacer sentadillas, que me dejó ver otra cara de la maternidad. Personas que buscan en el Bosque un espacio donde vivir sus duelos.

Y, el más lindo de todos, el espacio que la Ciudad puso a disposición para que se hiciera realidad el proyecto de una de mis personas más queridas este fin de semana. 

Ahí está, silencioso y al alcance de todos, el Bosque con su magia dispuesto a darle a cada persona lo que necesite.

El Bosque de Chapultepec es uno de los regalos que nos da la Ciudad para que podamos desaparecer, si lo necesitamos, como lo necesité yo los últimos días.

Los textos publicados en la sección de Opinión son responsabilidad del autor que lo emite y no plasma el criterio de México Habla.  

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