Michoacán, la paz que se construye

Michoacán, la paz que se construye

El Ágora

Por Ana Gómez

En Michoacán, hablar de seguridad es hablar de historia y de un presente que exige respuestas distintas a las del pasado.

El llamado Plan Michoacán por la Paz y la Justicia, presentado por la presidenta Claudia Sheinbaum, busca marcar un punto de inflexión, para dejar atrás la lógica de la guerra y apostar por la justicia, el desarrollo y la cultura como pilares de la pacificación.

La propuesta no surge en el vacío, el estado antes mencionado ha sido escenario de las más crudas batallas contra el crimen organizado desde que Felipe Calderón, en diciembre de 2006, decidió militarizar el país. Aquella estrategia dejó cifras devastadoras, más de 120 mil muertos y 40 mil niños huérfanos, según los registros de la época. 

El discurso del entonces diputado Carlos Manzo, en 2022, lo recordaba con claridad: “Ahí empezó la tragedia”. La memoria de ese inicio sigue pesando en cada decisión política que se toma en la entidad.

Hoy, los datos muestran una tendencia distinta. En agosto de 2025, Michoacán registró una disminución del 18.8% en homicidios dolosos respecto al mismo mes del año anterior. En los primeros ocho meses del año, la reducción fue de 8.2%. A nivel nacional, septiembre se convirtió en el mes con menos homicidios desde 2015. Son cifras que, aunque insuficientes para cantar victoria, sí permiten hablar de un cambio de rumbo.

Tres ejes para la paz

El Plan Michoacán se articula en tres ejes fundamentales, que son Seguridad y Justicia, Desarrollo económico con justicia, y Educación y Cultura para la Paz.

En el primero, se plantea el fortalecimiento de las fuerzas federales en coordinación con la Guardia Nacional, la Secretaría de Seguridad y la Fiscalía estatal. Se propone crear una fiscalía especializada en delitos de alto impacto y establecer oficinas de la Presidencia en municipios clave como Uruapan. Además, mesas de seguridad cada quince días y sistemas de alerta para presidentes municipales buscan dar seguimiento puntual a las denuncias de extorsión.

El segundo eje, económico, reconoce que la violencia no se combate solo con patrullas. Se habla de garantizar salarios dignos a jornaleros, invertir en infraestructura rural y firmar convenios con el sector productivo para crear Polos de Bienestar. La apuesta es clara, reducir la desigualdad y ofrecer alternativas reales a quienes hoy son presa fácil de la delincuencia.

El tercer eje, cultural y educativo, son las escuelas de Cultura de Paz, programas de reinserción y atención a víctimas, mesas de diálogo, apoyo económico para transporte universitario, deporte comunitario y festivales culturales. La idea es que la paz se viva en las calles, en las aulas y en la memoria colectiva.

Comparativos inevitables

El gobierno federal no ha dudado en contrastar este plan con las estrategias fallidas del pasado. Peña Nieto, con su programa “Juntos lo vamos a lograr”, destinó 45 mil millones de pesos y terminó legitimando a las autodefensas como parte de las fuerzas de seguridad. Calderón, por su parte, incrementó en 200% los homicidios durante su sexenio y permitió el ingreso de armas ilegales en la operación “Rápido y Furioso”.

Hoy, la Presidenta subraya que la diferencia radica en atender las causas y no criminalizar a las víctimas, donde ha insistido en que los programas sociales y la disminución de la pobreza son parte de la respuesta para reducir el crimen. Incluso se destaca que, por primera vez, Estados Unidos reconoció su responsabilidad en el 70% del tráfico de armas que circula en México.

Entre buitres y campañas

Los comentócratas y empresarios que, en lugar de enviar condolencias, aprovecharon la tragedia para golpear políticamente al gobierno. Figuras como Jorge Romero y Ricardo Salinas Pliego usan el dolor como herramienta de oposición. 

Este uso político del dolor refleja la polarización que atraviesa al país. Mientras la transformación ven en el Plan Michoacán una oportunidad histórica para reconstruir el tejido social, la derecha lo descalifican como propaganda.

La paz como construcción

La columna vertebral del Plan Michoacán es la idea de que la paz no se impone con la fuerza, sino que se construye con las personas, las comunidades y el trabajo cotidiano de quienes aman su tierra. Morena y la presidenta Claudia Sheinbaum han planteado que el reto no es únicamente contener la violencia, sino transformar las condiciones que la generan. 

Se trata de un cambio material, donde se busca garantizar salarios dignos, invertir en infraestructura, atender a las víctimas y fortalecer la justicia, para que pueda traducirse en un cambio estructural que haga que Michoacán tenga una paz sea duradera y que esté sostenida en la justicia social y en la igualdad de oportunidades. El desafío es monumental, pero también lo es la esperanza de que se pueda hablar de justicia, desarrollo y cultura como los cimientos de un mejor futuro.

Sigue a Ana Gómez en X: @AnaGomezCalzada

*Los textos publicados en la sección de Opinión son responsabilidad exclusiva del autor.

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