¿Qué le pasa al presidente?
Por Fernando Belaunzarán
López Obrador perdió los estribos y literalmente mandó al carajo a quienes cuestionaron su decisión de traer 500 médicos cubanos. Le molestó que múltiples voces y organizaciones de la comunidad médica refutaran la falta de especialistas y le hicieran ver que muchos colegas carecen de plazas, ganan sueldos raquíticos o se encuentran desempleados y que lo único que se requiere para que acudan a zonas alejadas es que el Estado cumpla con su obligación de brindar seguridad.
Tampoco le gustó que juristas señalaran que la ley obliga a revalidar estudios y obtener certificados de su especialidad para ejercer en el país, ni que defensores de derechos humanos recordaran que la ONU y el Parlamento Europeo consideran las misiones médicas cubanas como trabajo forzoso, trata de personas y una forma de esclavitud moderna, en virtud de que reciben solo una mínima parte de lo que le pagan a la dictadura por ellos y las familias sirven de rehenes para asegurar su regreso a la isla.
Pero más allá del debate, es grave que el titular del Ejecutivo muestre tanta intolerancia contra quienes piensan distinto. Hace poco calificó de traidores a la patria a los diputados que votaron en contra de su iniciativa de reforma eléctrica, es decir, ni siquiera reconoce el derecho a discrepar de los miembros de un poder independiente, cuyas opiniones son constitucionalmente inatacables.
Hoy López Obrador manda al carajo a los médicos mexicanos, a quienes difama después de enfrentar el Covid en condiciones precarias. Aunque no lo haya dicho con esas palabras, a ese mismo lugar ya mandó a los niños con cáncer, madres de desaparecidos, clasemedieros aspiracionistas, periodistas independientes, opositores, mujeres violentadas, organizaciones de la sociedad civil y un largo etcétera. Si queremos un país en el que todos quepamos, necesitamos gobernantes que respeten las diferencias. Piénsalo cuando votes.