Somos buscadores de indecencias

Erika Mendoza Bergmans

Animales heridos en la Ciudad, por La Capitalina.

La Capitalina

Por: Erika Mendoza Bergmans

Vivimos buscando, todos los días, todo el día, cada minuto, buscamos. A veces no sabemos ni siquiera qué buscamos. Llenar vacíos probablemente. Algunos lo hacemos tratando de conectar, con otros y con nosotros mismos, pero ¿qué esperamos encontrar? 

Persigo así, alguna suerte de sentido en las miradas, y las respuestas que encuentro son tan fugaces como las miradas mismas.

Buscamos sin encontrar, a veces como optimistas perpetuos, a veces como renegados desolados.   

A veces la búsqueda se vuelve aire pesado, y amenaza con no dejarte respirar. Cuando eso pasa, para mi, solo hay una escapatoria: buscar en cualquier expresión cultural. 

La ventaja, en mi caso, es que mi conocimiento sobre expresiones culturales es bastante deficiente. Digo que es una ventaja porque creo firmemente que no hay mejor apreciación artística que aquella que se hace desde la ignorancia. En realidad la ignorancia, en algunos contextos, está infravalorada, y puede resultar muy útil, pero esa idea ameritará otra entrada. 

La búsqueda me lleva regularmente a la cultura, porque las expresiones culturales son laberintos de espejos que nos conducen hacia nosotros mismos, ayudándonos a encontrarnos. 

La ventaja que tenemos los capitalinos es que tenemos una vasta oferta cultural en nuestra Ciudad. La búsqueda a veces genera ceguera, por lo que a veces necesitamos que nos la recuerden.

Y encontré una bocanada de aire en la obra “Indecente” en el Teatro Helénico.

El Helénico guarda un lugar muy especial en mi corazón, en especial la Capilla Gótica del Helénico es uno de los lugares en los que la magia de la Ciudad se concentra y se siente. La Capilla Gótica es parte de la historia del mundo y de las excentricidades que nos hacen una especie tan maravillosa como ridícula.

Paréntesis: la Capilla Gótica fue construida en España en el siglo XIV, objeto de la política termina siendo vendida y desmontada en pedacitos, puesta en cajas y navegando en un barco transatlántico para llegar a una bodega en Manhattan, Nueva York. Eventualmente, el magnate norteamericano Randolp Hearts la compra, y en 1929 cae la Gran Depresión sobre Estados Unidos y la Capilla Gótica que seguía en cajas, eventualmente es comprada por un empresario mexicano y es reconstruida en nuestra Ciudad.

La historia de la Capilla Gótica es interesante, y mucho más extensa que mi pequeño paréntesis. La Capilla Gótica es uno de nuestros animales mitológicos y vale la pena conocerla.

Somos tan ridículos que las mejores obras de arte las ponemos en cajas, como el mural “Ejercicio Plástico” de Siqueiros que estuvo más de 15 años en contenedores. Qué tendremos los humanos que nos empeñamos por meter la libertad en cajas.

Pero bueno, la obra Indecente de la que quiero hablarles no se presenta en la capilla gótica, solo quería aprovechar y compartir el pedacito de mi corazón que vive ahí. La obra se presenta en una de las salas del Teatro Helénico.

Indecente es una obra que nos hace reencontrar aquello que nos hace humanos. Una obra que en tiempos de polarización, es una amalgama. Exitosamente logra que el auditorio navegue en una sola voz.

Indecente tira muros y es mucha, mucha, luz, en una búsqueda interminable que a veces se torna oscura.

Por eso, los capitalinos somos buscadores de indecencias.

Los textos publicados en la sección de Opinión son responsabilidad del autor que lo emite y no plasma el criterio de México Habla.  

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