
Tazón México VIII: La Guerra del Norte y el Orgullo del Centro
Desde la Tribuna
Por Laura Sandoval
Algunas finales se juegan en estadios. Otras, en la historia.
Tazón México VIII no es solo una final. Es el clamor de siglos, un eco de batallas pasadas, un duelo con sabor a tierra, acero y humo. Los Osos de Monterrey y los Mexicas de la Ciudad de México no se enfrentan solo por un trofeo, sino por el derecho de reinar sobre la memoria y el alma del football nacional.
Monterrey llegó como una manada hambrienta. Curtidos en el rigor, con piel de hierro y colmillos afilados por años de espera. Los Osos no piden permiso. Rugen, embisten, arrasan. En su mirada está todo el peso de una ciudad que ha sido cuna de los gladiadores del emparrillado.
Del otro lado, los Mexicas —sí, con ese nombre que suena a tradición, a calle, a barrio bravo— encarnando la esencia misma de la misma capital: el caos ordenado, la picardía, la furia del que ha crecido peleando cada yarda de vida. No son un equipo: son un mito vestido de disciplina y tradición.
Lo que ocurrirá en el campo es más que football. Será teatro griego, tragedia y gloria, sangre sobre pasto sintético. Cada snap será una declaración de guerra. Cada contacto, una explosión emocional. Los cuerpos volarán, los cascos retumbarán, y los corazones —de los jugadores y de los miles en las gradas— no resistirán tanta intensidad.
Cuando el reloj agonice, no importarán las estadísticas. Todos recordaremos quién aún podía levantarse. Quién tenía algo más dentro, aunque ya no quedara nada. Porque este tazón no lo ganará quien logre más puntos. Lo ganará quien resista la mirada del destino y no parpadeó.
Los Osos o los Mexicas, los dos con un trofeo, saben que este tipo de partidos se gana con rabia. Ambos, inmortales. Simplemente lo que estamos a punto de presenciar será una epopeya moderna, un poema de golpe y sudor.
Y así, el Tazón México VIII se inscribirá no solo en los almanaques de la LFA, sino en la memoria colectiva del football mexicano como una batalla que se jugó con el alma en llamas.
Sin duda el Estadio olímpico de la BUAP será el escenario perfecto para dicha epopéyica estampa. Se acabó el tiempo de las palabras hoy el título está en juego y la cita con la eternidad aguarda.
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