La Escuela Mexicana se renueva: un regreso a clases con visión de futuro 

La Escuela Mexicana se renueva: un regreso a clases con visión de futuro 

El Ágora

Por Ana Gómez

El pasado 1 de septiembre marcó el inicio del ciclo escolar 2025-2026, pero también el arranque de una etapa que podría redefinir y transformar la educación en México. 

Por primera vez en más de tres décadas, el calendario escolar se movió, ya no fue el último lunes de agosto, sino el primer lunes de septiembre. La oposición lo catalogó como un capricho administrativo, pero es todo lo contrario, fue una decisión pedagógica y humana.

La presidenta Claudia Sheinbaum defendió el cambio como una medida para dar una semana extra de descanso a estudiantes y docentes, apostando por el bienestar emocional y familiar. 

Lo que muchos no saben, es que esa semana no fue de inactividad total, porque del 26 al 29 de agosto, maestras y maestros de todo el país participaron en un curso intensivo nacional para afinar la planeación pedagógica y aterrizar los principios del Nuevo Modelo de la Escuela Mexicana (NEM).

El nuevo mapa de la educación

Hoy, la educación básica mantiene cobertura prácticamente universal en primaria y preescolar, mientras que en secundaria se refuerzan estrategias contra el rezago, principalmente generado por la pandemia del COVID-19. En media superior, el NEM se propone alcanzar 81% de cobertura antes de que termine el sexenio, con 5.57 millones de estudiantes en 31 subsistemas. 

En educación superior, la apuesta es clara, la portabilidad de materias y vinculación con la economía regional para que el título no sea un papel decorativo, sino una llave real al empleo.

Los programas de apoyo económico siguen siendo la columna vertebral de la cobertura de la educación en nuestro país, con la Beca Universal “Rita Cetina” y la Beca Benito Juárez sostienen la permanencia escolar, mientras que “La Escuela es Nuestra” canaliza recursos para infraestructura y entornos dignos.

El Nuevo Modelo de la Escuela Mexicana no es un simple ajuste curricular. Es un rediseño de la filosofía y práctica educativa, implementado con los ejes que son la defensa de derechos humanos y perspectiva de género como principios rectores, un aprendizaje situado, vinculado a la realidad social y cultural de cada región, con la formación integral, que atiende lo académico, lo socioemocional y lo ambiental, con el proceso profesionalización docente como motor del cambio.

En otras palabras, la escuela deja de ser una isla de contenidos para convertirse en un nodo de transformación social.

Un arranque con contrastes

No todo fue armonía en este regreso. En Durango, estado gobernado por el PRI, el Instituto “18 de Marzo” retrasó su inicio una semana por un conflicto sindical que derivó en la toma del plantel, donde cerca de 2 mil estudiantes comenzaron clases el 8 de septiembre, tras acuerdos que incluyeron limpieza, revisión de instalaciones y la promesa de modernizar una Ley Orgánica y un reglamento interno con más de 40 años de antigüedad.

En contraste, la distribución puntual de libros de texto gratuitos y la organización de actividades cívicas para el Día de la Independencia mostraron que, en muchos Estados, la maquinaria escolar arrancó con precisión.

El nuevo calendario, implementa 185 días para educación básica y 190 para normales, pero no busca solo cumplir con un número. La lógica es equilibrar carga académica y salud emocional. Las vacaciones están distribuidas para evitar saturación y permitir pausas estratégicas. 

El reto de pasar del papel al aula

El NEM plantea un cambio ambicioso donde el aprendizaje deje de medirse solo en exámenes y se valore el proceso, que los proyectos escolares dialoguen con la comunidad y que la escuela sea un espacio abierto, no un recinto aislado. 

La capacitación docente, la adecuación de materiales, la participación de madres y padres y la coordinación interinstitucional serán determinantes para su aplicación. El regreso a clases de este año ha sido, en muchos sentidos, una radiografía que mostró fortalezas, como la preparación previa del magisterio, y debilidades, como los rezagos en infraestructura.

Si el NEM se consolida, el impacto no se medirá solo en estadísticas, sino en aulas donde los estudiantes participen activamente, en comunidades escolares que dialoguen con su entorno y en trayectorias educativas que no se rompan por falta de recursos o pertinencia.

Este septiembre no sólo comenzó un nuevo ciclo escolar. Comenzó una apuesta por una educación más inclusiva, contextualizada y humana. El timbre que sonó el 1 de septiembre podría ser recordado como el inicio de una transformación de fondo siempre y cuando el compromiso no se quede en el papel.

Sigue a Ana Gómez en X: @AnaGomezCalzada

*Los textos publicados en la sección de Opinión son responsabilidad exclusiva del autor.

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