Friendship Bowl: más que un juego, una declaración de principios
Desde la Tribuna
Por Laura Sandoval
Cuando se habla de fútbol americano juvenil en México, es inevitable que el nombre Friendship Bowl emerja como un referente. No solo por su longevidad —57 años de historia lo respaldan—, sino por su visión: formar talento dentro y fuera del campo. Hoy, esa misión da un salto internacional que merece celebrarse y analizarse.
La invitación oficial para participar en las actividades previas del International Game NFL en Madrid, España, no es un gesto simbólico. Es el reconocimiento tangible de que en México se trabaja con seriedad, constancia y visión en un deporte que tradicionalmente ha tenido un papel secundario frente al fútbol (soccer). La presencia del Friendship Bowl Football Academy en una competencia de alto nivel frente a instituciones como NFL Academy y Madrid All Stars pone en vitrina lo que aquí se construye desde hace décadas: fútbol americano con identidad, valores y disciplina.
Pero esta noticia va más allá del marcador que arrojen los encuentros. Es una validación. Una confirmación de que el desarrollo de jóvenes atletas en México puede —y debe— competir en escenarios globales. ¿El ejemplo más reciente? Emiliano Albarrán, seleccionado tras los Combines que realizó la NFL Academy en México y Monterrey, rumbo a Londres este verano. Un joven que representa a muchos más que, gracias a estos espacios, tienen una oportunidad de formación deportiva y personal.
El Friendship Bowl ha sido, desde sus inicios en 1968, una incubadora silenciosa de talento. Y ahora, en pleno 2025, es también un actor diplomático del deporte: un puente entre culturas, entre instituciones, entre generaciones. Su colaboración con organismos de prestigio como NFL International, Pro Football Hall of Fame Academy o franquicias como los Los Angeles Rams refleja no solo gestión, sino visión.
Sin embargo, sería ingenuo pensar que todo este camino se ha recorrido sin obstáculos. En un país donde el fútbol americano aún lucha por espacios mediáticos, apoyos gubernamentales y reconocimiento general, este tipo de noticias son también una invitación a redoblar esfuerzos. No es solo un viaje a Madrid, es una oportunidad para elevar la conversación pública sobre el valor formativo del deporte y el impacto real en los jóvenes que lo practican.
Porque como bien dicen desde el Friendship Bowl: “Nuestro juego más importante es la vida”. En un entorno social complejo, donde los jóvenes enfrentan desafíos que van más allá del marcador, proyectos como este ofrecen dirección, identidad y comunidad. Son trincheras de esperanza en un mundo que muchas veces solo aplaude el éxito inmediato.
Así que celebremos este momento, sí. Pero también aprovechémoslo para preguntarnos qué estamos haciendo, como país, para que historias como la del Friendship Bowl no sean la excepción, sino la norma. El futuro del deporte —y de muchos jóvenes— podría depender de ello.
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