Dejemos de tropezar con la misma piedra

Foto: AMLO

Siempre que estalla un problema grave, el presidente encuentra la manera de desviar la atención hacia asuntos estridentes, pero de poca trascendencia. Que las disculpas de España, que el penacho de Moctezuma, que la rifa del avión presidencial que no lo rifó y sigue sin venderse. Se ha dedicado a distraernos de la corrupción de su gobierno, de las transas de sus familiares, de la crisis económica, del desempleo, de la inflación, de la violencia desbocada, en fin, del desastre al que nos ha llevado.

El asesinato de los dos sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, así como del guía de turistas, Pedro Palma, pusieron en el centro de la discusión el rotundo fracaso de la política de seguridad. Como dijo el padre Javier Ávila en las exequias, “los abrazos ya no alcanzan para tantos balazos”. Pero López Obrador se niega siquiera a discutir la posibilidad de cambiar la estrategia y, en plena conmoción por los hechos, decidió irse a jugar beisbol y difundir un infomercial del partido, presumiendo haber ganado con todo y los cachirules del equipo contrario.

Lejos de ayudarle, el desplante propagandístico resultó contraproducente. Y fue entonces cuando de manera extraña subieron a la red una foto poco favorable de su hijo menor. Nada justifica el escarnio hacia un adolescente y condenó la deplorable discriminación por su apariencia, pero muchos cayeron en la trampa, la conversación cambió y el mandatario aprovechó para victimizarse, el terreno en el que mejor se mueve.

Ojalá la sincronizada indignación oficialista sirviera para cuidar de otros menores, como los que tienen cáncer o se quedaron sin escuela de tiempo completo o estancia infantil, pero lo dudo. El caso es que la violencia e inseguridad siguen azotando al país. Acaban de masacrar policías estatales en Nuevo León y de disparar contra quien estaba formado en una fila llena de niños que esperaban vacunarse en Puebla. Ya no permitamos que nos distraigan.

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