El museo del narco y la estupidez 

José Agustín en Los Pinos. Por Héctor Escalante

Hace un par de días al alcalde de Badiraguato, José Paz López Elenes, se le ocurrió −lo que para él es una brillante idea para atraer el turismo en la región y en su municipio− crear un museo dedicado al narcotráfico y no, no fue una broma de mal gusto.

Parece que al presidente municipal nadie le ha dicho que hay un promedio de 100 homicidios al día en nuestro país y hasta agosto se habían registrado más de 18 mil asesinatos relacionados con el crimen organizado. Tampoco le ha dicho que su estado, Sinaloa, ha sido uno de los más violentos de las últimas décadas por el conflicto entre cárteles y líderes del narco.

El alcalde de Morena no ha negado la idea, sino que ha insistido en la posibilidad y, aunque ya matizó, ha dicho en múltiples ocasiones “no se puede negar nuestra historia”. En efecto, no se puede negar que el narcotráfico en nuestro país ha dejado a cientos de miles de familias incompletas y disfuncionales, un negocio de millones de dólares y de muerte.

Más peligroso resulta el coqueteo del alcalde para congratularse con el crimen organizado, como si no hubiera ya distintos indicios de que el narco trabaja de la mano de muchos políticos, muchos de ellos alcaldes, quienes recibieron “apoyos” en campañas electorales.

Badiraguato es la tierra natal de Joaquín “El Chapo” Guzmán. También es el municipio cuna de otros líderes del narco como Miguel Félix Gallardo, Rafael Caro Quintero o los hermanos Beltrán Leyva. Un lugar famoso, no necesariamente por su gente trabajadora −que existe−, sino por esos capos que hoy quieren llevar a un museo, como si fueran ejemplos a seguir.

Aunque las series de televisión, películas, corridos y otras expresiones sí han llevado a una parte de la gente a ver a los narcotraficantes como un ejemplo a seguir, lo menos que podemos esperar es que los gobernantes piensen un poco más en sus propuestas e ideas, como el museo del narco, y esperamos que sean un simple lapsus de estupidez.

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