El rugido eterno de Chengdu
Desde la Tribuna
Por Laura Sandoval
Hubo un instante, un segundo suspendido en el tiempo, en el que el destino parecía inclinarse hacia la derrota. El marcador apretado, la presión asfixiante, la sombra de Estados Unidos como gigante histórico del flag football. Y entonces ocurrió: un pase de Diana Flores, un salto de Victoria Chávez y la recepción que selló la gloria.
Ese instante no fue solo el cierre de un partido. Fue el nacimiento de una leyenda. El 17 de agosto de 2025, México volvió a desafiar lo imposible y lo venció. El silbatazo final no celebraba únicamente un 26-21, celebraba que el espíritu tricolor había rugido más fuerte que cualquier trueno sobre la tierra.
Cada generación tiene a sus heroínas, y este equipo ha sabido forjar su lugar en el olimpo deportivo de México. Diana Flores, con su mirada serena y brazo de precisión quirúrgica, volvió a demostrar que es más que una mariscal de campo: es la arquitecta de un destino. Silvia Contreras, con su filosofía de “pensar en oro”, sembró en cada compañera la convicción de que la grandeza es posible.
Y entonces aparece Victoria Chávez, quien tras vencer la fragilidad de su rodilla, se elevó como símbolo de resiliencia para atrapar el balón del bicampeonato. A su lado, Allison Salazar se erigió como muro inquebrantable, recordándonos que las defensas también escriben epopeyas.
No hay coronas individuales en este logro: es un equipo entero, un ejército de mujeres que hicieron del coraje su bandera.
Este bicampeonato no cabe en una vitrina. Su eco atraviesa fronteras y toca fibras sociales llegando el estruendo al gran Tom Brady, que expresó en sus redes el crecimiento y la pasión que ha tenido este deporte.
Es una victoria que ilusiona a miles de niñas que hoy sueñan con jugar, para generaciones que fueron relegadas a las gradas del olvido, este título es una declaración clara: el deporte femenil existe, manda y domina.
Cuando Diana Flores declaró que “le tienen miedo a México”, no hablaba solo de un rival vencido. Hablaba de un país que, a través de sus mujeres, se atrevió a reclamar un lugar como potencia mundial.
El destino ahora apunta hacia Los Ángeles 2028. El flag football será olímpico, y México llegará no como invitado, sino como dos veces campeón del mundo. El camino será arduo, pero este equipo ya demostró de qué está hecho: de resiliencia, disciplina y sangre que no conoce la rendición.
El oro olímpico ya no es un sueño, es una meta inevitable.
Chengdu quedará en la memoria como la tierra donde México rugió con fuerza imparable. No fue un triunfo deportivo: fue una epopeya que nos recuerda que las hazañas más grandes nacen del coraje, del sacrificio y de la fe en lo imposible.
Estas mujeres no solo conquistaron un bicampeonato. Conquistaron el derecho de ser recordadas como lo que ya son: heroínas eternas de la nación.
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